La guerrillera que luchó desde la selva por el arte y la cultura, Inti Maleywa, artista plástica de las Farc, fue invitada al Festival de Poesía de Medellín

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Cuando Inti Maleywa entró a la guerrilla de las Farc no lo hizo porque ella hubiera sufrido de cerca la violencia que asola al país.

La idea de vivir una vida revolucionaria empezó a agitarse en su alma cuando cursaba el último semestre de Publicidad en la católica y conservadora Universidad Pontificia Bolivariana, de Medellín.

Fue una extraña mezcla. También lo fue asistir a las tertulias del poeta antioqueño, Juvenal Herrera Torres, conocido también por su militancia de izquierda y ser dirigente sindical. A la vez, a sus manos le comenzó a llegar propaganda política de la insurgencia.

Entonces tenía 22 años. Había nacido en el seno de una familia paisa. Además de estudiar, en el 2003 dedicaba parte de su tiempo a enseñarles dibujo a niños en la bucólica y placentera Santa Elena, zona rural de la ciudad.

Así, alejada de la violencia y sin relación alguna con las Farc durante su vida universitaria, un día la invitaron a conocer un campamento guerrillero. La curiosidad que ya traía la impulsó, casi sin dudarlo, a ir.

Descubrí con cada clase y taller que en las Farc hay bastante talento, y muchos encontraron la forma de plasmar su sentir en la música, el teatro o en tallar una madera

Cuando llegó y conoció un poco de esa realidad de los campamentos sintió que algo se le derrumbó adentro de su ser y que lo que siempre había escuchado desde muy pequeña sobre las Farc no era cierto. Entonces se quedó.

En un principio, el pretexto para quedarse fue terminar su tesis de grado, que era lo único que le faltaba para conseguir el título profesional. Sin embargo, con el pasar de los días se dejó llevar por los trabajos culturales de la organización subversiva y el aporte que ella le hacía al grupo guerrillero.

Desde el día en que llegó al campamento, su trabajo estuvo relacionado con la cultura. Allí la recibió Jesús Santrich, quien en esa época no tenía problemas de visión y le gustaba dibujar. La función que desempeñó fue estratégica, desde la implementación de la cultura hasta la planeación de la comunicación y propaganda del grupo guerrillero. Por ello siempre tuvo una relación cercana con el Secretariado de las Farc. No terminó su trabajo de grado.

Maleywa cuenta con nostalgia que durante sus 14 años en las Farc tuvo la oportunidad de pintar, bailar, cantar y leer para sus compañeros y para habitantes de un campo sumido en el olvido.

Y, pese a no haber estudiado artes plásticas, en los campamentos de la región Caribe dictó clases de teoría del color, manejo de elementos artísticos y figura humana.

“Descubrí con cada clase y taller que en las Farc hay bastante talento, y muchos encontraron la forma de plasmar su sentir en la música, el teatro o en tallar una madera”, dice.

Mediante esos talleres, ella también mejoró sus propias habilidades. La técnica que utiliza es la del dibujo con lápices de colores. Técnica que descubrió un día en que Santrich la invitó a dibujar con unos óleos que había conseguido.

Recuerda que mientras ambos pintaban, les avisaron que el Ejército estaba desarrollando operativos muy cerca y que debían salir del campamento. La pintura quedó atrás.

Días después volvieron con una cuadrilla a mirar qué había quedado del campamento del jefe guerrillero. “Fui a buscar el dibujo y estaba todo rasgado, como si lo hubieran cortado con un cuchillo”, anota.

Luego de ese hecho belicoso pensó que su técnica se basaría en algo que le permitiera moverse rápido, como los lápices de colores, y evitar de ese modo que a sus obras se las comiera la selva. Unas 300 obras creadas por el ardor de su espíritu de artista se quedaron para siempre en las montañas colombianas. Algunas olvidadas en los campamentos y otras más que ella misma les regalaba a campesinos y niños con la promesa de que le devolvieran luego una foto para tener por lo menos un registro de sus trabajos.

Festival de Poesía de Medellín

La artista, luego de la firma del Acuerdo de Paz, buscará recopilar sus creaciones en la selva para exponerlas.

El posconflicto a través del arte

‘Desenterrando memorias’ es la obra de esta artista que reúne una colección de dibujos en los cuales plasma los varios años que vivió en la selva y su percepción de la violencia y el deterioro del medioambiente. Foto:  Anncol

En la actualidad, tras la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc, Maleywa se dedica a asistir a charlas a las que la invitan para hablar del arte a través del conflicto.

Ha asistido a diferentes festivales culturales del país como la Feria del Libro de Bogotá o, como en esta oportunidad, en el recién finalizado Festival Internacional de Poesía de Medellín.

“El arte es más grande que la guerra para la construcción del país soñado”, sostiene. Ahora, Maleywa sueña con cumplir su deseo de pintar a la nueva Colombia tal y como se lo propusieron unos estudiantes de Arte en Bogotá, reflejando de manera colectiva los ideales del país anhelado.

Su nombre, por demás, esconde todo un significado que ella misma busca expresar en cada dibujo.

Antes, en el bloque Caribe de las Farc EP, era conocida como Malena Laverde. El origen de su nuevo nombre, Inti Maleywa, cuenta, lo tiene desde que daba clases de dibujo a niños en el corregimiento de Santa Elena.

Allí, un vecino siempre que la veía la llamaba así: Inti. Se apropió del nombre y comenzó a firmar sus trabajos como Inti y cuando se dio a la tarea de buscar qué significaba encontró que en quechua simboliza el sol, el fuego, la lucha constante.

Cuando ingresó a las Farc y se hacía conocer como Malena, el cabecilla Iván Márquez le comenzó a decir Maley o Maleywa.

Un día, Márquez le entregó un obsequio que era un escrito en wayunaiki donde explicaba que Maleywa significaba ‘la que da vida’.

Y, aunque no esconde el miedo que siente por lo que puedan hacer aquellos a los que considera son los enemigos de la paz, deja salir flameante la ilusión de que “si queremos construir un nuevo país, toca arriesgarnos y seguir”.

Festival pide más apoyo

Luego de la clausura del 27 Festival Internacional de Poesía de Medellín (FIPM), se destacó el crecimiento cultural que ha tenido este evento de talla mundial para la ciudad y el país. Sin embargo, la organización pidió un mayor acompañamiento en materia económica.

El presupuesto para esta versión estuvo alrededor de los 2.000 millones de pesos, de los cuales se rescata el aporte de 550 millones de la Alcaldía de Medellín y 270 millones más del Ministerio de Cultura. El resto del dinero se consiguió mediante gestiones para obtener recursos en especie, como tiquetes aéreos para los invitados. Fuente: David Fonseca Arias Para EL TIEMPO  Foto: Guillermo Ossa

 


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