El amargo sabor de la ayuda humanitaria. Por Diógenes Armando Pino S.

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Desde la proclamación de Juan Guiadó como presidente interino la tensión se ha elevado, se implementó el bloqueo económico y diplomático, se especula y amenaza con la intervención militar para lograr el derrocamiento del gobierno facto, así mismo el régimen de Maduro intimida con acciones para lograr mantenerse en el poder.

Justificamos todas los acciones políticas, militares y económicas que se ejerzan contra Venezuela escudándonos en la ayuda humanitaria que debemos brindar al pueblo hermano que la requiere, pero no somos conscientes que se pretende brindar esta ayuda con fines políticos, olvidándonos del sufrimiento de centenares de venezolanos que de tiempo atrás lo padecen, pero como estado no ayudábamos porque era contribuir con gobierno Maduro.

Esta dualidad nos plantea que los gobiernos que buscan brindar esta asistencia no les importa el pueblo, les tiene sin cuidado la gente, lo que realmente les interesa es causar un impacto en la opinión que beneficie sus intereses y lograr el derrocamiento del tirano de Maduro.

El gobierno Trump hoy vuelve sus ojos de preocupación a la gran crisis migratoria venezolana, por ello deciden tomar acciones que garanticen deponer el régimen de Maduro, para garantizar el retorno de los hermanos venezolanos a su país, pero inexplicablemente hace caso omiso a la creciente caravana de inmigrantes que pretenden llegar a Norteamérica, los cuales son amenazadas, encarcelados y separados de sus hijos, lo que implica que el intereses del presidente norteamericano no es humanitario, ni para salvaguardar los intereses de los emigrantes, sino los intereses de su nación.

A través de los medios hemos visto las diversas manifestaciones, hemos constado la crisis social, política y financiera que padece el hermano país, evidenciado la polarización reinante entre los venezolanos, de la misma manera el aprovechamiento mediático de la televisión para adoctrinarnos y enfocarnos en la “hecatombe” venezolana, olvidándonos de nuestra propia problemática y corrupción que carcome el país.

Hemos padecido un letargo inducido para que olvidemos la difícil situación de nuestros niños en la Guajira, Choco o Cauca quienes mueren por desnutrición y nos centremos en los padecimientos de los infantes venezolanos, nos han dibujado la cruda realidad que padecen los pacientes enfermos venezolanos por la falta de medicamentos y atención médica, dejando de lado la crisis de salud que padecemos los colombianos por culpa del pésimo sistema de salud y la corrupción reinante en las EPS o peor aún nos hemos solidarizado con la persecución y encarcelamiento de la oposición, pero guardamos silencio con la muerte sistemática de nuestros líderes sociales.

Venezuela requiere ayuda, demanda de la mano amiga de todas las naciones, pero un apoyo sincero, transparente y real, no una asistencia condicionada, con fines políticos y en busca de sacar provecho de la misma, el régimen de Maduro debe asumir una decisión histórica y acorde a la situación actual e insostenibilidad de su gobierno, debe dar un paso al costado y dejar que los venezolanos de manera libre, transparente, justa y democrática elijan su gobernante, quien estará llamado a conseguir la unión de su gente, para que así pueda reconstruir el país y salir de esta nefasta crisis.

Ahora no pretendamos ser los superhéroes, convertirnos en los Bolívar o Santander, pretendiendo solucionar la compleja problemática que vive Venezuela, sino somos capaz de dar solución a la nuestra, porque mientras pretendamos el renacer de la hermana república, podemos estar condenando a nuestro país al deterioro, profundización de nuestras necesidades y convertirnos en poco tiempo en otra Venezuela.


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