Máximo Jiménez y Julián Conrado: Un encuentro pendiente desde hace cuarenta años/ Por: Juancarlos Gamboa Martínez

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No se conocían personalmente pese a haber coincidido en tarima durante el Festival Bolivarense del Acordeón celebrado en Arjona en 1978. Ese día hicieron lo posible por saludarse pero no pudieron hacerlo. Máximo Jiménez (n. 1949) fue sacado en hombros por una exultante multitud que palpitaba con el mensaje de sus canciones mientras Julián Conrado (n. 1954) recibía el ensordecedor aplauso de un público que intuía que estaba frente a un cantor que haría historia.

Es muy probable que se volvieron a cruzar en el Caribe otros festivales de música de acordeón pero tampoco lograron encontrarse porque casi siempre su participación culminaba con el mismo epílogo: la muchedumbre se los arrebataba a los jurados como una muestra de desacuerdo con su veredicto en el que, por una u otra razón, terminaban siendo descalificados.

Eso ocurrió en el X Festival de la Leyenda Vallenata celebrado en 1977 en Valledupar en donde en la gran final Máximo Jiménez se lució con una magistral presentación en la que, entre otras canciones, interpretó los paseos “Recolectores de algodón”, “Usted, señor presidente” y “El burro leñero”, cautivando el corazón del público presente en la Plaza Alfonso López, el cual protestó airadamente, llegando incluso a lanzar piedras y sillas contra el jurado, cuando se conoció que no había sido coronado rey. Algo similar sucedió en 1985 en el XVIII Festival de la Leyenda Vallenata cuando Julián Conrado interpretó, en el marco del concurso de canción inédita, “Mensaje fariano”, una canción que al recoger asertivamente el anhelo de paz de la gente se convirtió en un himno que ha trascendido el tiempo y las fronteras, hasta el punto que hoy ya nadie se acuerda cuál fue la canción ganadora pero la presentación de Julián Conrado permanece intacta en la memoria colectiva de quienes esa vez tuvieron la ocasión de escucharlo.

Con el paso de los años las posibilidades de un encuentro entre Máximo Jiménez y Julián Conrado se diluyeron rápidamente. En 1984 Julián Conrado, quien ya tenía una importante trayectoria como cantautor próximo a las ideas comunistas, en un contexto de asesinatos de militantes de la Unión Patriótica (UP) y como camino para salvar su vida, opta por ingresar al Frente 19: “José Prudencio Padilla” de las FARC-EP que para ese entonces operaba en la Sierra Nevada de Santa Marta. De otro lado, en 1990 Máximo Jiménez, artífice de la banda sonora de las movilizaciones agrarias y campesinas de las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX y referente indiscutido de la canción protesta, tuvo que exiliarse en Viena, Austria, para hacerle el quite a la ofensiva paramilitar que ya le había puesto precio a su cabeza estigmatizándolo como perteneciente al EPL.

Máximo Jiménez y Julián Conrado no se conocían personalmente pero gracias a su música y a sus respectivas historias de vida como cantautores imbricados profunda y honestamente con las luchas y resistencias populares, lograron forjar una sólida y estrecha amistad a lo largo de varias décadas. Si en alguna reunión o fiesta se escuchaba la música de Máximo Jiménez inexorablemente se terminaba escuchando también la música de Julián Conrado y, a su vez, si se oían las canciones de Julián Conrado con toda seguridad las que luego vendrían a continuación serían las de Máximo Jiménez. Las canciones de uno y del otro siempre sonaban como si fueran las caras A y B de un disco larga duración que contiene las obras cumbres de la canción social colombiana. Justamente esa opción preferencial por una música preñada de mensajes sobre la realidad del país que convoca a la reflexión y a la toma de conciencia, propició las bases para que se conocieran sin conocerse y se encontraran sin encontrarse.

Los esfuerzos por encontrarse siempre se fueron al traste. Cuando Máximo Jiménez estuvo en el año 2011 en Venezuela hizo todo lo posible por visitar en la cárcel a Julián Conrado que para ese entonces estaba privado de la libertad; en ese contexto quiso hablar con el presidente Hugo Chávez, con quien se había encontrado tiempo atrás en Ámsterdam, para que le facilitara el acceso a la cárcel, pero con tan mala suerte que justo para esa fecha él se encontraba en el exterior y las trabas burocráticas fueron insalvables; no obstante Máximo Jiménez entró en contacto con la campaña internacional que demandaba su liberación. Por su parte Julián Conrado siempre indagaba entre sus amigos y conocidos que venían de Europa sobre el paradero de Máximo Jiménez, sobre todo después que se enteró que había tenido serios quebrantos de salud.

Muchas veces estuvieron a punto de encontrarse pero terminaban cruzándose en el camino o recogiendo las huellas del otro. En el contexto de los diálogos de paz promovidos por el recientemente fallecido expresidente Belisario Betancur Cuartas, Máximo Jiménez estuvo en el mítico campamento de las FARC-EP, en Casa Verde, a dónde llevó no sólo sus canciones sino también su voluntad y disposición de contribuir al logro de la paz desde su labor como artista y cultor de la música de acordeón. A su regreso y dadas las enormes dificultades topográficas que entrañaba regresar con los instrumentos, Máximo Jiménez tuvo que dejar allí la tumbadora y la caja, con las cuales, mucho tiempo después, se encontraría Julián Conrado, a quien se las entregaron mientras le decían, “ahí le dejó Máximo Jiménez”.

Todo parecía indicar que el tantas veces pospuesto encuentro finalmente se llevaría a cabo en septiembre de 2016 en el marco de la Décima Conferencia de las FARC-EP, que tuvo lugar en los Llanos del Yarí, Meta, evento en el que se esperaba que a la jornada cultural y artística programada llegaran Máximo Jiménez y Julián Conrado con lo mejor de sus repertorios. Sin embargo el encuentro no se pudo dar. Máximo Jiménez tuvo graves quebrantos de salud que en diciembre de ese año lo llevaron a permanecer un UCI durante varios días y Julián Conrado no alcanzó a llegar a tiempo por problemas con los tiquetes.

Pero el encuentro finalmente se iba a dar y éste empezó a fraguarse entre julio y agosto de 2018 mientras se filmaba el documental “’Los pueblos cuentan conmigo’: Máximo Jiménez, el juglar del río Sinú”, cuando en sendas entrevistas realizadas a Máximo Jiménez y a Julián Conrado, cada uno a su manera manifestaba su profunda admiración por el otro a la vez que enfatizaba en su deseo de encontrarse, “otra vez”.

Los gestos de sorpresa y alegría en el rostro de Máximo Jiménez al recibir como obsequio de Julián Conrado su último trabajo discográfico “Alzado en canto” (2018) y escuchar de su voz un mensaje de audio con un saludo en el que lo compara con Víctor Jara y Alí Primera, quedaron capturados en el referido documental, constituyéndose en una de las escenas más emotivas. Así mismo, las palabras de reconocimiento y aprecio hacia Julián Conrado dichas por Máximo Jiménez en medio de sus dificultades para hablar debido alderrame cerebral que sufrió recientemente, son una evidencia de dos amigos que desde hace varias décadas no se han visto y debían verse lo antes posible.

Hacia las 09:00 a.m. del viernes 7 de diciembre de 2018 en el barrio P 5 de Montería, por fin se vieron cara a cara, fundiéndose en un largo abrazo, Máximo Jiménez y Julián Conrado. Nunca antes se habían visto pero daban la impresión que se conocían de toda la vida. Cada uno estaba bien enterado de lo que había acontecido con la vida del otro. Pese a la distancia y a las vicisitudes de sus trayectorias vitales habían tenido la ocasión de conocerse genuinamente a través de sus canciones. Su música hablaba por ellos, por lo que eran y por lo que habían hecho hasta el momento.

Máximo Jiménez le regaló a Julián Conrado sus dos últimos trabajos discográficos, realizados precisamente cuando le sobrevino el accidente cerebro-vascular, “El amor no tiene edad” (2016) y “Soy de donde nace la cumbia” (2017), y le solicitó autorización para incorporar en su próximo disco compacto las canciones “La voz de la flora” y “La economía de Jesús”, a lo que sin dudar Julián Conrado respondió inmediatamente: “esas canciones son suyas también”, “usted fue un referente para componerlas”. Adicionalmente Julián Conrado comenta que “El burro leñero”, “La campana descompuesta” y “El indio sinuano” siempre han hecho parte del repertorio que ha interpretado en sus presentaciones antes y ahora y, a manera de homenaje, le da una breve serenata donde canta fragmentos de “La campana descompuesta” y “El indio sinuano” y remata con dos de sus composiciones “La voz de la flora” y “El cantor”.

Mientras ojeaban algunos documentos del archivo personal de Máximo Jiménez y miraban las carátulas de dos de sus discos acetatos más emblemáticos, intercambiaron reflexiones e impresiones acerca de su papel como cantautores del pueblo y refirieron, cada uno a su manera, que nunca se arrepentirán de haber escogido el sendero musical que transitaron y que si bien muy probablemente les hubiera sido mucho más rentable económicamente someterse al imperio de la industria discográfica, no tendrían las satisfacciones personales que hasta hoy han tenido y no estarían sus canciones grabadas en el imaginario de un pueblo que los considera como los juglares que le han cantado a sus luchas y resistencias.

Fue un encuentro histórico e irrepetible que propició el flujo de una multiplicidad de sentipensamientos llenos de reminiscencias, nostalgias, alegrías, optimismo y esperanza. No siempre se tiene la fortuna de estar ante dos gigantes. Quienes fuimos testigos de excepción de la visita que Julián Conrado le hiciera a Máximo Jiménez teníamos plena conciencia que lo que estaba sucediendo hacía parte de la historia vital de estos dos músicos ejemplares que merecen toda nuestra admiración y reconocimiento por narrar en sus canciones la historia no contada del país y la memoria enterrada de los sectores populares.


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