Alzado en canto, lo nuevo de Julián Conrado

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Julián Conrado, con guitarra en mano, recuerda que la práctica del amor es la esencia del revolucionario. Su ser Caribe, evidente con su voz, sus gestos, su armonía al hablar, le dan vida a una conversación de relatos rebeldes y populares. Hasta hace poco, su música estaba prohibida. En sus canciones, como en las de Lucas Iguarán, fallecido en la guerra, está la identidad cultural de las FARC-EP cuando se habla del Caribe colombiano.

Hoy vive en la ETCR Simón Trinidad en Tierra Grata, César, con su huerta adorada, con su compañera Estrella, con la guerrillerada en paz, con su música, con su canto inspirado en la gente corriente, explotada, maltratada, pero digna y combativa; un pueblo en resistencia.

“El papel del cantor revolucionario es expresar el dolor, la alegría, el sentir del pueblo”, dice Guillermo Torres, hijo de Turbaco, Bolívar, que dejó su lugar como cantor y compositor, para convertirse en Julían, el guerrillero que, empuñando una guitarra y un fusil, le cantó desde la Sierra Nevada de Santa Marta a la resistencia armada, a la libertad y a la paz.

Dos años después de la firma del Acuerdo de La Habana, promociona su nuevo trabajo musical, Alzado en canto, dedicado a las muchedumbres que añoran cambios. Con la misma convicción de interpretar con su música un periodo histórico de reconciliación, es solemne al sentenciar que la consigna no puede ser otra que paz con justicia y amor.

¡Amando venceremos!

Destaca inicialmente el amor revolucionario como filosofía de vida. “El amor por el pueblo, por la naturaleza, ya es triunfador… Si tú te amas no eres un explotador, ni te dejas explotar. Si te están explotando te levantas porque te amas a ti mismo”.

Por eso ha interiorizado el potente “¡Amando venceremos!” como la fuerza que condensa el momento y sus innegables retos. En Tierra Grata la frase se convierte en mural, en pinta; recrea junto a muchas manifestaciones artísticas, el nuevo pueblito en medio de la Serranía del Perijá, donde hoy viven cerca de 360 personas entre excombatientes, familiares, niños y niñas.

Para Julián Contado, el ser revolucionario lo condiciona la vida, pues “tiene que ver con la cuestión del amor y la dignidad, de pensar y actuar siempre con grandeza”. Para el caso de Colombia, las contradicciones de una historia de inconformismos aplastados, de injusticias normalizadas, de pueblos ignorados, conducen fácilmente a la emergencia de consciencias revolucionarias. “Soy de un pueblo que dicen que fue el primero que se levantó en contra la invasión española, que es Turbaco. Los indios yurbacos fueron los primeros en enfrentarse en armas”.

De abajo

“Yo tengo una crítica pa’ esta nueva etapa de lo que llaman música vallenata, porque es un canto hueco. Me parece que el cantor vallenato tiene que decir lo que siente su pueblo, si no, no es propiamente música del pueblo, que es donde nació”, dice cambiando el tono y sin disimular la molestia.

Rememora la emergencia de ese vallenato originario, cuya esencia era construida por los de abajo, mientras cita la canción Soy de Leandro Díaz, “Yo soy el hombre que ha perdido el miedo/ para decirle a los de arriba lo que son/ de fiesta en fiesta mantienen al pueblo/ para que nunca estalle la revolución”.

Su memoria trae los nombres de Hernando Marín, Santander Durán, Sergio Moya, Romualdo Brito, “son también como yo, alzados en canto”. Pone como ejemplo la canción La dama guajira de “Nando” Marín, aquel canto reclamando por la injusticia que se comete en La Guajira. “¿Qué cantor de ahora hace eso por el pueblo?, no lo hacen. Yo admiro el canto de Jorgito Celedón, pero él no ha dicho nada de la injusticia que se comete contra su pueblo guajiro, no ha dicho en sus canciones como se mueren de sed y hambre los niños sobre una riqueza inmensa como es el carbón, la sal y el gas”.

Para Julián Conrado, el canto se convirtió en una forma de negociar con los sentimientos de la gente cuyo único propósito es ganar dinero, “un canto mercancía, que es como la comida chatarra, que te llena pero no te nutre”.

El disco

Guillermo Torres, el joven cantor y compositor, grabó antes de su vida guerrillera con artistas de renombre como Alfredo Gutiérrez, Mariano Pérez y Carlos Castrillón, en estudios célebres como Codiscos. Temas como Mis canciones, Recuerdos de un romance, Si yo supiera o Tristeza sobre tristeza, aún se escuchan en las sabanas de la región Caribe. En la clandestinidad, tuvo la posibilidad de grabar discos subversivos Arando la paz, Sueños de Marulanda, El canto de los pobres, Mensaje fariano, entre otros.

Sin embargo, Alzado en canto es su primer disco en esta nueva etapa de legalidad. Grabado en Barranquilla por el sello Edipalmer, Conrado contó con el apoyo de sus viejos compañeros de música. El maestro Ismael Rudas en la producción y dirección general como en el acordeón, el bajista José Vásquez, el cajero Ariel Ávila, el guacharaquero Óscar Bertel y el guitarrista Mancel Cárdenas, son la base del disco. “Todos ellos respetan el vallenato como es, sienten el canto. Por supuesto, tocan y cobran por su trabajo, pero una cosa es eso y otra es que la canción se haga por dinero”, resalta emocionado.

El disco fue financiado con esfuerzo propio. Narra Julián, que fue la bancarización suya y la de su compañera, quien impulsó la grabación. “En otras palabras, Alzado en canto es nuestro proyecto productivo cultural. Aún debo dinero, porque aún no he terminado de vender los discos. Yo regalo la canción, pero no regalo el disco”, dice con orgullo por el trabajo hecho, por el producto realizado.

Muestra su lado conocedor cuando quiere destacar la identidad musical del trabajo. “Pa decir vallenato. A mí me gusta decir música de acordeón, porque aquí hay vallenato, música sabanera, música bajera, que parece que fuera vallenato, de la música que se toca en Valledupar, pero no es así, de todas maneras ese es el nombre que se le puso a la música con acordeón”. Específicamente del disco, responde: “Hay vallenato puro, en paseo, merengue, otros ritmos que son del río, ritmos chalupa, que nacen del rio Magdalena, hay guaracha cubana. En fin hay de todo”.

Habla de la canción Alzado en canto, un vallenato puro que narra la historia reciente de Colombia. Con La voz de la flora, que es un merengue vallenato, se denuncia la masacre contra la naturaleza que representa la fumigación con glifosato, “es un tema ecológico”, resalta. La gota de amor, “es mi sentir, pues considero que la vida es bella, si haces feliz a otro ser”. Miradas de pueblo narra las distintas ópticas que abrió el acuerdo de paz.

Igualmente se encuentra su primera canción compuesta en la vida, La volqueta, que nace en 1973 a raíz del robo de un volquete en Turbaco. “Denuncio un acto de corrupción. Se empezaron robando una volqueta y terminaron robándose todo”.

Julián Conrado estará presentándose en el acto político del Festivoz. La invitación es a escucharlo y apoyarlo comprando su trabajo musical, producto del esfuerzo que solo el amor por la revolución y la paz, pueden lograr. Por: Óscar Sotelo Ortiz-Foto Jairo Rojas.


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